Hubo un tiempo
lejano donde no me gustaba bañarme. Ni de noche ni de día, ni por que hacia
frío o por que estaba mal. Nada de nada.
Hoy que huelo a
sintéticas flores de praderas ajenas y desconocidas, mezcladas en porcentajes
extraños y para dar una sensación de bañado diferente entre cada una medito un
poco más la cosa. Y es que el baño hoy es una de esas cosas necesarias que van
en el mismo grupo del amor, el oxígeno, el agua, la comida: nos hace falta
cuando falta.
Todo empezó cuando
en el lugar donde vivo no había agua para bañarme, baja de presión por motivos
extraños, algo así como la muerte súbita, simplemente sucede y tu quedas con
mirada bobalicona extendiendo la mano al objeto más cercano, así terminas sosteniendo
un extinguidor vacío por que tu abuela yace en el piso frígida y más encima te
sacan una foto ¡que bonito!.
Imaginar que este
eslabón en nuestra vida no estuvo siempre con nosotros, que fue introducido
como un acto de progreso y vendido como un estatus sanitario, en vez de lo que
es: placer. Pues nos encanta estar allí, encerrarnos en nuestro jardín acuático
y que nadie nos vea, que el agua nos abrace y no se le permita la entrada a
ningún otro ser, cosa o pensamiento. Por lo menos yo, no medito que debo hacer
o a que hora debo ir a tal lugar cuando estoy allí. Antes de enjabonarme,
previo a cualquier movimiento, mi mente fluye por el chorro y mis ideas se
limpian, mi cuerpo florece para un nuevo día ¿bueno o malo? Poco importa en el
invernadero de vapor en el que me protejo.
Pero hay actos
personales que no compartes con nadie, esos que van acompañados con risitas
nerviosas y miradas que te juzgan: mear, masturbarse, tirarse un peo, sonarse
las narices con las manos, rascarse entero, etc. Es nuestro santuario, nuestro
momento.
Pensando en ello
también hay todo un mundo mercantil sobre objetos de limpieza ¿te acuerdas de
tu primer desodorante? Es el ritual de "ya eres un adolecente, ya
hueles", acabas de empezar a marcar tu existencia en el universo con tu
hedor por doquier. Luego venía la segunda parte, tu debías comprar la segunda
parte y te encontrabas con tal gama de productos que quedabas loco, tardabas un
montón en elegir uno y luego te das cuenta que no viste los sprays, los sprays
en seco y los antitranspirantes. Algo parecido con lo que les pasa a las
mujeres cuando descubren las cremas para el pelo, un elemento extra para su
vida, una elección final. Por lo menos ellas tienen capacidad de elegir, no
como nosotros los hombres ¿qué no estás de acuerdo? Que te suden, es mi blog
mis reglas.
Lo peor es oler a
nada. Terminas con un hedor neutro, entre vainilla-manzana del pelo, olor a
playa de malibú del desodorante, a coco por el bronceador y te hechas una
colonia o perfume para neutralizar todo y más encima siempre hay alguien que te
dice "me encanta como hueles", es como para pensarlo.
Por mi parte hay
alguien que dice "me encanta como hueles" pero despeinado, sin
desodorante y sin afeitar. Sobre todo en la mañana. En esos momentos la
felicidad me abraza y su cuerpo me encierra en un jardín de cariño. Pero por
sanidad me baño, uno igual debe cuidarse.