martes, 24 de julio de 2012

Memorias IX


Libertad. Tan humano, tan universal, tan idílico y sin embargo tan escaso. ¿Existe la libertad a medias? Y si existe ¿es mejor que nada o solo es otro sueño para terminar despertando en un ciclo de preguntas muertas?

Esa y mil preguntas aquejan al pequeño, mientras su abierta celda lo castiga mostrando tan deliciosamente la salida, inalcanzable para unas manos que se limitan solamente a rasgar el aire entre seudo barrotes.

El sol acaricia su lomo, el viento toca su cara mientras el rocío de vez en cuando lo baña. ¿Pero que era eso si no podía escapar? Un ahogante infierno pestilente para quien no conoce de reyes ni dioses. O simplemente para quien no los comparte de igual forma.

¿Pasarán horas? ¿Pasaran días? Y más importante ¿Qué pasará? ¿Son estas mis horas finales o serán mis dolorosos días, desquiciados años o solo moribundos decenios? No temo a la muerte sino a la incertidumbre de la naturaleza misma del hecho o a la infartante naturaleza del suceso. La ignorancia basa sus raíces en el placer del aprender y sus tentáculos se basan en la premisa de aprehender a quien no busca sino es buscado por un natural placer.

Mil y un complejos para quien tiene una y mil veces para mirar la verdad o la sombra de la misma si es que realmente la verdad no esconde otra.
La noche fría cae cazando el día, comiendo con sus dientes blancos y eternos todo sonido que de por vestigio alguno la vida que trae el ojo madre de todos.

La soledad no acompaña a nuestro amigo. El ensordecedor llamado del silencio arranca de lo profundo de las intrincadas cavernas de la demencia a deformes seres, vástagos del subconsciente. Alimañas de todo tipo de color y tamaño, retorciéndose en su purulenta existencia. Van y vienen arrastrándose por recuerdos, bañando con sus líquidos viscosos cualquier recuerdo, deformándolo o quizás arreglándolo dependiendo de cuan transgredido halla esto en un comienzo. Si es que hubo un comienzo, si es que hubo algo. Porque sinceramente mi amigo, no creo en la certeza de la mente enferma pero apuesto en la sanidad de ella antes que en la enferma certeza de quien jura sanidad con insanas objeciones.

Estos gusanos, si es que realmente lo eran o simplemente se comportaban como tales pudriendo la mente de nuestro personaje, comían con hambre existencial los suculentos trozos de cordura de aquél que alguna vez la tuvo, si es que sigue teniéndola. Aquel festín fue grande y largo, digno de cualquier parasito romano y lascivo, dedicado a todas las vírgenes que esperan el sacrifico. Y aún cuando el dolor drenará su ser, nuestro pequeño se sentía libre. No del dolor en sí, no de la pena, no de la muerte. Simplemente libre.

Cuando el amanecer tocaba campanas de una incestica boda, las cuerdas del destino se tensaron ante un abrupto final para un sonámbulo de la realidad.

La bestia camina llenando el lugar con el morboso sonido del choque de las llaves que gotean húmedo y nutrido rescate. La criatura no conoce el miedo, no endiente de horas, no responde a preguntas y menos las hace. No hay rencor, no hay deseo, si existe placer es solo de una forma que pocos comprenden y conocen. Obedece al gran mecanismo de la pragmática madre.

Se deja fluir frente al prisionero. Se miran una y mil veces, y otras tantas como la eternidad del segundo les permitía para entender quién era quien. Un sudor frío reclama el dorso de cada uno así como lo había hecho antes y así como lo seguramente lo seguirá haciendo.

Nuestro amado desquiciado entendió solo en ese momento que las únicas llaves que había allí eran los poderosos colmillos que llamaban a su carne y vida.

En un sublime minuto, no hubo ideas. Las preguntas zarparon a puerto seguro, el horror intenso de sus ojos se iluminaban con algo parecido al llanto. No de pena, no de dolor, sino de la alegría que produce dejarse llevar por la marea de la eterna causalidad de los hechos a los que uno esta atado dentro de el plano inquebrantable de la incertidumbre del día a día.

Mi querido lector ojala no lo haya aburrido con este breve relato ya que ¿Qué morboso sentimiento de diversión puede despertar la muerte de una mosca a las manos de una araña?

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