miércoles, 22 de abril de 2009

La saga de Ericadus II

Contase aquel invierno que congelo el Hades, que ningún mortal soporto solo.
Ericadus recogió leña para madre y al volver a casa encontrase ella a la vieja tirada. Conteniendo lagrimas vio la muerte venir, tapo puertas y ventanas, negandole a muerte entrada. Funeral dio 2 noches a cuerpo delgado y luego cuenta a su hambre. Dicese que Eolo cantaba azotando, ¡Llora muchacha, llora! ¡Princesa a muerte llora, pues no hay para ti vida que hambre valga!.

Cuando la tumba del abuelo termino de enfriar los recuerdos, la niña ya era grande. El mundo pensó en cambiar, en sacudirse la tristeza, pero la niña miraba las flores jugando a ser y haciendo tal de desentenderse de todo, el invierno llego a la ronda. 
Muchos siguieron la senda de Asatrix, la mayoría eran sus camaradas y sus hermanos de sangre, para dejar al mundo sin un siglo de leña que calienta los corazones y los alienta a salir al bosque. 

Ericadus nunca quiso viajar, no habían misterios para una niña o si los habían no les llamaba la atención. Los misterios de la vida absorbían su atención, podía quedarse mirando un río eternamente solo para descubrir que había anochecido.

Cuando despertó a una fiera tormenta, se refugio en una cueva por lo que se supone fueron 14 días. Para cuando salió, la nieve había sepultado el pueblo, por más que escavo no podía llegar a las casas mientras el valle se llenaba de los gritos horribles de todo una vida atrapada. Cuando dio alcance el resultado era menos que satisfactorio.

La tormenta comenzó de nuevo y suponiendo que la vida no podría llenarla más, devoro su pena, muy de a poco pues tendría que durar.
 

domingo, 19 de abril de 2009

La saga de Ericadus I

“En tierras blandas, el cielo dio justicia y a semilla de olimpo, descargo brillante pasión algún ser divino y siendo con ella mezquino, atormento a madre abandonada cociendo en frente nombre a criatura solitaria, Ericadus.

Consiguiese vivir años tras año, en finca vieja y terreno sombrío muerto a manos del invierno y seco a la semilla de la primavera. ¡Lloraba la muchacha, lloraba! ¡Princesa a muerte llora, pues no hay para ti vida que valga!. 
…"

La lluvia cayo rompiendo el cielo y el viejo Asatrix dejaba caer su cuchillo ociosamente rompiendo la pequeña rama, hipnotizado con las chispas que abrazaban el caldero. En el otro cuarto se cocía  la vida, entre los borbotones de líquidos vitales y los humores esparcidos de los testigos.

Asatrix vivía en su pensamientos, imaginando a su nieto como un poderoso jefe, una leyenda que partiese los montes con la mirada y conquistará la tierra que pisará. La gente gritaría que es el vástago de Asatrix y todos quedarían perplejos de como aquel titán había descendido de carne mortal.

Cuando el llanto de la criatura avivo las llamas de expectación, estuvo a punto de ir a coger a la criatura, pero fue la madre que anuncio su decepción al saber que era hembra. Entonces supo Asatrix que su legado había muerto.

A la noche se hizo un festín modesto, la guerra no había dejado mucho para degustar, pero el viejo no se movió ni un centímetro. Cuando se le pregunto al padre por el nombre, no supo que responder… y de aquel punto luminoso, como saliendo desde las llamas, se oyo gritar "¡Una y mil veces Ericadus, mil y un millón!" y la muerte guardo silencio.

domingo, 5 de abril de 2009

Canto a Ericadus

Contase cuento, leyenda o mito en tiempos en que eran noticias, alimentando las llamas del dolor ajeno y atrayendo al viajero, que caldo presto a tomar se decidía.

Los viejos cueros colgantes, de años que en vísperas pasaban y antiguos recuerdos en boca caían, como si la lluvia olvidará los que todos hacían, escondidos de sus dedos largos y quebradizos.

Los dientes dispares y saltados, dieron hora al terrible relato, cosa que en minutos grupo formase en espera que a cuerdas viejas dieran tono los caldos que dormitaban en la caldera.

El siseo del viento se mezclo con la voz ronca, y extendiendose brazos relámpago a tierra, orquesta dio al teatro, hirviendo sangre a quien espectador se sirviese:

“En tierras blandas, el cielo dio justicia y a semilla de olimpo, descargo brillante pasión algún ser divino y siendo con ella mezquino, atormento a madre abandonada cociendo en frente nombre a criatura solitaria, Ericadus.

Consiguiese vivir años tras año, en finca vieja y terreno sombrío muerto a manos del invierno y seco a la semilla de la primavera. ¡Lloraba la muchacha, lloraba! ¡Princesa a muerte llora, pues no hay para ti vida que valga!.

Contase aquel invierno que congelo el Hades, que ningún mortal soporto solo.
Ericadus recogió leña para madre y al volver a casa encontrase ella a la vieja tirada. Conteniendo lagrimas vio la muerte venir, tapo puertas y ventanas, negandole a muerte entrada. Funeral dio 2 noches a cuerpo delgado y luego cuenta a su hambre. Dicese que Eolo cantaba azotando, ¡Llora muchacha, llora! ¡Princesa a muerte llora, pues no hay para ti vida que hambre valga!.

Al verano dio arribo al finiquito de progenitora y enferma Ericadus, busco destino alejándose del pecado. Consiguiese caminar sus buenos días hasta llegar a poblado en decadencia y para abandonar suerte, dejo a la entrada en árbol tatuado su pasado.
Se dio por casada a dos años de arribo, con joven tabernero que en prospera etapa se veia y dichosa relación fuese por el doble de espera.
Erase semana de vendimia cuando llegando presto con frutas para su sangre, a calor hizo hora y escondido en seco árbol siesta lo aguardaba. El viejo tronco estaba muerto, no así sus habitantes, sin notarlo serpiente beso su mano y el veneno corrió una y mil horas, esperando cruzar el portal y los labios de pareja, para desplomar vida y señalar culpable. La ira fue joven, y a palo dio mano, pero al encontrar vipera cueva, la joven se arrodillo gritando: ¡Llora Ericadus, llora! ¡Princesa a muerte llora, pues tu nombre da a otros guarida!.

Sintiéndose sinsentido, corrió al oráculo buscando destino. Grito a la pitonisa exigiendo respuestas, guías o luces que diesen algo de vida a su lento padecer.
Mala suerte para la joven, pues el faro estaba indispuesto. Así que ofreciendo ayuda, la niña, se quedo esperando, sin antes en suelo tallar las desgracias. En la roca que no perdona, aquella que no traiciona.
Pasaron meses de delirio y la peste no soltaba a la visionaria, el futuro se hablaba borroso y la joven no obtenía respuesta. En pueblos vecinos la querían y conocían, fueron esos los días más felices que pudo haber tenido.
Hiciese familia con otros, compartiendo el vino en mesa desconocida, quebrando pan al viajero, todas y cada una de esas valían las penas para la desgracia de carne joven.
Fuese en verano, a principios del mismo, cuando la señora del destino sintiendose bien, preparose para dar por finado al acuerdo del que abuso había prestado y no viendo lagrimas del techo, resfalo liberando sus ideas contra techo del suelo, manchando otra vez la vida que le había ayudado. La críada dio cuenta de su muerte, y entendió con pena lo que buscaba. Las paredes retumbaban: ¡Llora Ericadus, llora! ¡Princesa a muerte llora, pues tu nombre perdona y traiciona!.

Viendose el pueblo desentendido de aquellos sucesos, juzgaron a la joven en juicio abierto. Al océano debían dar alimento o a la hoguera sentido y sintiéndose indecisos, llamaron a dioses pidiendo castigo. Respondiendo ellos, altivos y divertidos, a niña encerraron en una rivera del cielo, cantando de vez en cuando para que llorase al Eridanus: ¡Llora Ericadus, llora! ¡Princesa a muerte llora, mira lo que por nacer te has perdido!.”

sábado, 4 de abril de 2009

Dietético

… lo recuerdo, como un chocolate dietético.  Como esas finas masas cayendo de las manos de la nana cuando cocinaba en los vapores, en aquel universo asfixiante de hedores y cultivos proteicos, ocultos entre la jungla de hierbas, escapando por las ventanas,rendijas y puertas.

Como esos salones vacíos, llenos de nada, embaucando el silencio con los recuerdos, repletos de manchas de lagrimas y rayados por el movimiento de los años. Trozos dejados y putrefactos, listos a manchar el espacio.

La energía que emanas, la fuerza que te mueve, el espíritu que te llena, las costillas que te sujetan, las piernas que te patean, los pedazos que sueltas, los ojos sordos, tus orejas muertas, tus pestañas plateadas y esos pequeños guantes rojos. 

Tu existencia sin sentido, te la he dado yo. Solo yo. Nadie más. ¡Adúlame como un dios o prepárate a anclarte en la ribera de la monotonía!.