domingo, 28 de noviembre de 2021

Los cambios que queremos

 Todos queremos cambiar el mundo, no hay novedad en eso, todos queremos hacer de esto un mundo mejor y en eso, tampoco hay novedad.

En realidad nada es muy nuevo, se cambian algunos discursos, porque las ideas y las necesidades cambian, los actores cambian, los hilos que se tiran cambian y las manos de donde penden esos hilos también cambian.

Todos queremos que el mundo cambie o que nos beneficie. A algunos ese beneficio es la tranquilidad de ver al otro mejor, de que haya un poco del mismo pan en todas las mesas o que no haya miedo, sin embargo, para lograr estos cambios, nos alimentan de miedo. Miedo sobre como el otro, el contrincante, es diez veces peor, cien veces más malvado o mil veces menos humano. Cuando pasan las elecciones, no hay control de daño, somos nosotros los que nos sacudimos la propaganda, aunque sólo lo suficiente para recibir nuestra nueva tanda:

"Ahora viene el cambio, ahora cambiará el mundo, no como antes, sino ahora si veremos lo que nos prometieron, lo que nos prometimos cambiar, sino vendrán de nuevo los tiempos malos, los tiempos de antes, aquellos sin cambios".

miércoles, 27 de octubre de 2021

De compras

 Cuando entré en la librería buscaba nada, por que soy de una generación que abre los refrigeradores sin mucho en mente, los pongo en frío mientras me apolilla la lívida luz de su interior. Así también, los enjambres de libros me atraen anormalmente, me hacen pasear sin mucho que decir y en eso no hay gloria, o sea, al otro lado del mall hay alguna persona haciendo lo mismo buscando una polera o un pantalón, pero sin buscarlo, ella sabe que dará con él, pero aún no lo sabe, es un pensamiento cavernícola, es una idea de su parte más primitiva, es un recuerdo de un ancestro que en algún minuto atravesó llanos enteros buscando carne, buscando sustento, pero sin saber bien que sería, quizás un bisonte, quizás un conejo, quizás nada y serían frutos, matorrales o algo más, sólo había que atravesar la llanura y claro, yo atravesaba el bosque, el bosque de libros.

Entonces allí estaba yo, mirando todo, buscando algo sin saber qué y lo supe cuando nos vimos, era ese libro, sí, ese libro. Pero el libro no me decía nada, no lo había escuchado ni en pelea de perros, por que no era el libro, era la portada, había algo en la portada, algo me llamaba como no saberse el nombre de alguien que te saluda y claramente, ese dibujo me llamaba, ¿dónde? ¿Dónde lo habré visto? tuve que mirar la contratapa a ver si sabía algo más y claro, allí mismo mi muerte, un nombre que se puso al lado mío y me miró gracioso. Si alguien me hubiese dicho que estaría allí con ella en ese momento no lo habría creído, pero allí estaba, un fantasma en el bosque y yo, tan bobo, cayendo en su trampa sólo por el ejercicio mecánico de abrir la librería para ver lo que se mostrase. 

Lo puse contra mía y me fui a pagar. Era caro, como todo en Chile, era un libro, por tanto era caro. Lo agarré y todo sucedió, fui al local de ropa, compre lo que realmente había venido a comprar y como un energúmeno me fui a la cama con el libro sin leerlo. Miraba la tapa y el nombre, el nombre y la tapa. Miraba las fechas, sacaba los cálculos de cuando se debió haber publicado y dónde debió haber estado, ¿seguiría en Santiago? ¿seguiría dibujando? claro que sabía que ha sacado libros, obvio que lo se, a veces caigo en eso. Todos lo hacemos, aunque no nos guste admitirlo, a mi no me gusta decirlo. A veces reviso en busca de lo que hace ella o ha hecho o donde ubicarla, claro, ella cubre su rastro, siempre lo hace, sin embargo no puede no salir su nombre y en esa pequeña pista había aprendido de algunos libros de ella. Me dormí pensando en ellos, en una colección de los libros publicados.

Me desperté, por que todo esto era parte de ir a comprar un regalo, me vestí y fui a esas reuniones familiares poco gratas. Fue entonces cuando sentí el olor, su olor. No era ella, no era un cuento de hadas donde te encuentras con alguien y te miras y suena una música de fondo, era la vida, tal como es y la vida, siendo como es, te regala un poco de magia y en esa magia, en esa imposible casualidad, allí estaba ella, en un libro en una fragancia en un recuerdo. Sólo pude tomar un trago amargo y esperar a volver a casa, dormir tocando el libro pensando en las cosas buenas que habían, e intentando transformar todo en un cariño y admiración por esa persona, no en un amor enfermizo y obsesivo, allí, en esa portada era la culminación de un arte que siempre quiso hacer y sentía un calor por ello. No sería nuestro calor, pero es uno sincero, de alguien que desea lo mejor para el otro, eso me hizo dormir, eso me hizo soñar, soñar con que no era necesario soñar sólo abrir los ojos.