Jamás pensé en el miedo de las puertas abiertas y las cortinas corridas, nunca imaginé lo que acecha en mi mente, en la niebla y en las sombras de los arboles. El horizonte dibujado por los pies de las estrellas invisibles, allí donde hay barro, allí donde corre el sonido del agua, durmiendo a los peces que corren entre mis piernas.
Ante el insomnio cierro mis cortinas, tapo mis oídos y me hundo en las sábanas, hasta que alba los ahuyente a las cavernas inalcanzables, en lo profundo del valle entre mis cejas.