domingo, 29 de julio de 2012

Literatos

El silencio daba vueltas las páginas entre cada una de las cejas que miraban atónitas el susurro de las páginas al doblarse, obligando a los ojos a parpadear media centésima antes que el polvo se desprendiera de los antiguos tomos. El vacío que se arremolinaba ante las sorprendidas bocas, a medio verbo de entre abrirse y entre cerrase, provenían del gesto que abanicaba el ambiente de aquella tarde en el club literario.

 Aquel libro, de hojas pálidas y recién desenvuelto, con el precio a medio arrancar y las letras a medio leer, se encontraba de forma imprevista en medio de las miradas que deseaban no verlo, pero allí estaba. Aquel monolito del comentario de su dueño, era el fósil de lo que sus inquisidores hervían como un insulto literario.

La saliva escurrió por la garganta serruchando las bóvedas que se construían bajo las lapidarias miradas, apretó su libro estrujando la realidad para sí y con su jugo enjuago los labios para expulsar su mención honrosa: "Igual Dracula no tiene que ser tan bueno, ¿o si?".

El pasillo retumbo con los infartos ahogados por sendos suspiros dispersados en el vaivén de las cabezas.

viernes, 27 de julio de 2012

Corto XXXIII


El atardecer llegó tarde a su encuentro con la noche, le dio al amanecer un beso tibio y se durmió entre las sabanas de la niebla.

jueves, 26 de julio de 2012

Conservatorio

Siendo yo ajeno a este entendimiento escape presto de aquel averno y al verme rodeado de instrumentos, cogí todos para negar el regreso. A medio camino de empezar me encontré con música; música rubia, castaña y morena y siendo todos ninguno deseche mis planes al llano.

Regresé a quemar mis viejas partituras, abrazadas por el calor de la luz al brillo del fuego. Regresé a iluminar mis recuerdos y a quemar mis memorias, pero siendo simples mascaras tostadas, la futilidad del ejercicio me regalo un silencio.

martes, 24 de julio de 2012

Memorias IX


Libertad. Tan humano, tan universal, tan idílico y sin embargo tan escaso. ¿Existe la libertad a medias? Y si existe ¿es mejor que nada o solo es otro sueño para terminar despertando en un ciclo de preguntas muertas?

Esa y mil preguntas aquejan al pequeño, mientras su abierta celda lo castiga mostrando tan deliciosamente la salida, inalcanzable para unas manos que se limitan solamente a rasgar el aire entre seudo barrotes.

El sol acaricia su lomo, el viento toca su cara mientras el rocío de vez en cuando lo baña. ¿Pero que era eso si no podía escapar? Un ahogante infierno pestilente para quien no conoce de reyes ni dioses. O simplemente para quien no los comparte de igual forma.

¿Pasarán horas? ¿Pasaran días? Y más importante ¿Qué pasará? ¿Son estas mis horas finales o serán mis dolorosos días, desquiciados años o solo moribundos decenios? No temo a la muerte sino a la incertidumbre de la naturaleza misma del hecho o a la infartante naturaleza del suceso. La ignorancia basa sus raíces en el placer del aprender y sus tentáculos se basan en la premisa de aprehender a quien no busca sino es buscado por un natural placer.

Mil y un complejos para quien tiene una y mil veces para mirar la verdad o la sombra de la misma si es que realmente la verdad no esconde otra.
La noche fría cae cazando el día, comiendo con sus dientes blancos y eternos todo sonido que de por vestigio alguno la vida que trae el ojo madre de todos.

La soledad no acompaña a nuestro amigo. El ensordecedor llamado del silencio arranca de lo profundo de las intrincadas cavernas de la demencia a deformes seres, vástagos del subconsciente. Alimañas de todo tipo de color y tamaño, retorciéndose en su purulenta existencia. Van y vienen arrastrándose por recuerdos, bañando con sus líquidos viscosos cualquier recuerdo, deformándolo o quizás arreglándolo dependiendo de cuan transgredido halla esto en un comienzo. Si es que hubo un comienzo, si es que hubo algo. Porque sinceramente mi amigo, no creo en la certeza de la mente enferma pero apuesto en la sanidad de ella antes que en la enferma certeza de quien jura sanidad con insanas objeciones.

Estos gusanos, si es que realmente lo eran o simplemente se comportaban como tales pudriendo la mente de nuestro personaje, comían con hambre existencial los suculentos trozos de cordura de aquél que alguna vez la tuvo, si es que sigue teniéndola. Aquel festín fue grande y largo, digno de cualquier parasito romano y lascivo, dedicado a todas las vírgenes que esperan el sacrifico. Y aún cuando el dolor drenará su ser, nuestro pequeño se sentía libre. No del dolor en sí, no de la pena, no de la muerte. Simplemente libre.

Cuando el amanecer tocaba campanas de una incestica boda, las cuerdas del destino se tensaron ante un abrupto final para un sonámbulo de la realidad.

La bestia camina llenando el lugar con el morboso sonido del choque de las llaves que gotean húmedo y nutrido rescate. La criatura no conoce el miedo, no endiente de horas, no responde a preguntas y menos las hace. No hay rencor, no hay deseo, si existe placer es solo de una forma que pocos comprenden y conocen. Obedece al gran mecanismo de la pragmática madre.

Se deja fluir frente al prisionero. Se miran una y mil veces, y otras tantas como la eternidad del segundo les permitía para entender quién era quien. Un sudor frío reclama el dorso de cada uno así como lo había hecho antes y así como lo seguramente lo seguirá haciendo.

Nuestro amado desquiciado entendió solo en ese momento que las únicas llaves que había allí eran los poderosos colmillos que llamaban a su carne y vida.

En un sublime minuto, no hubo ideas. Las preguntas zarparon a puerto seguro, el horror intenso de sus ojos se iluminaban con algo parecido al llanto. No de pena, no de dolor, sino de la alegría que produce dejarse llevar por la marea de la eterna causalidad de los hechos a los que uno esta atado dentro de el plano inquebrantable de la incertidumbre del día a día.

Mi querido lector ojala no lo haya aburrido con este breve relato ya que ¿Qué morboso sentimiento de diversión puede despertar la muerte de una mosca a las manos de una araña?

miércoles, 4 de julio de 2012

Urbe

Los viejos pasos que nos llevan por los caminos antiguos siguen rutas eternas. Las rutas trazadas por manos de hueso, tintinean con los anillos sin valor.

Siendo la túnica una hoja al viento, coge velocidad sobre la manchada avenida sumergiéndose en las blancas paredes. Sus ojillos intranquilos volando contra las orejas, escriben con sus pupilas la historia impregnada en su sapiencia, con la floritura de su imaginación.

Marchando sobre las añoradas venas, se va topando con las coaguladas reseñas hasta que el silencio se come la ciudad. ¿Será envidia lo que brilla en el fondo de sus ojos? Quizás aquí si, en medio del silencio, en el palco de la soledad.

Avanzando sobre las avenidas gargantuescas el tiempo se estaciona sobre la alfombra de hojas, baja hacia el café y se pide un expresso. Las barbas navegan por las orillas del río bajo el cambio de luces de los magnanimos faroles y del anticuado sol. Habrá que esperar otro día para que brille el cemento contra el florido urbanismo, entre los aplausos de sus devotos expertos y de sus vagundos maestros de cartón.