El primer libro que leí fue sobre simbad, con sus hojas secas y sus contornos mareantes, de allí no he parado. En viajes de mar he sazonado mi lectura involuntariamente, al leer un poco hay una cucharada embriagadora de un lugar, un sonido y un olor. Algunos son intoxicantes, solo con tocarlos mi mente me abandona y se entrega a la lectura palatina.
Hay otros que son más neutros, que inspiran imprimirse en mi pasar. Normalmente viven de las comparaciones y son frutas maduras que se agrian solas, excitadas por el finiquito.
Si la gente puede leer a otra gente, ¿qué sabor tendré? cuando me respondan la mirada con "me comes con tus ojos" quizás los cierre para relamerme de su sombra.