jueves, 26 de junio de 2014

Corto XLV

-...

-...

-... ¿Aló?

-Aló..

-¿Estabas durmiendo?

-Si, pero no estaba soñando.

domingo, 22 de junio de 2014

Corto XLIV

Soñé.

Soñé cocinando
una quequito lleno
de alfileres,
lleno de metales.

Mostrar desprecio,
liberar mi ira,
evidencia de lo
malo que eras.

La aprobación
de todos la
hizo mermelada,
los hizo dona,
los hizo azúcar
quemada.

¿Dónde se
fueron los
alfileres que
te clavaría
en la lengua?
ibas a dejar
de hacer daño
a los que quería,
a los que quería
tanto.

Esas ganas

-Tengo estás ganas terribles doctor...

.¿Ganas de qué?

-Estás ganas de... es que tengo una colección de autos, ¿sabe? de esos que venden por ahí, como para poner en el escritorio y los miro y pienso

-¿Piensa en qué?

-En las noches de invierno. Pienso en un auto en una noche de invierno cabalgando bajo la luna, pasando el pase y los semáforos a un ritmo furioso de aceleraciones, de rugidos... de estridores

-¿Cómo una película de Rager Adgarz?

-Como una escena de esas... ya sabe... las del descapotable celeste

-Me ha perdido amigo. Explíqueme por favor...

Y se lo explique, con lujo de detalles. Exprimí cada uno de los contornos y de tanto explicar me he quedado sin ni uno para contarte. Allí estaba el sexo, las luces, el rojo y el celeste. La piel, la piel sobre la cuerina deslizándose con el viento del capote abierto a toda curva, a toda noche. Cabalgando, cabalgando sobre la noche de luna, luna que no hay, luna que ya no queda.

Uno a uno se fueron apagando los recuerdos, uno a uno se fue quedando sin memoria, las espantosas ganas se fueron y me pude ir a la cama tranquilo. Es que ese doctor, no sé que tiene, pero me saca todo... me libera todo. Ya no tengo ese dolor de cabeza, ya no tengo esos sueños ni esas ganas... en serio, SA-NA-DO.

Pero a veces, en lo profundo, él sigue acelerando.

miércoles, 11 de junio de 2014

Eléctrico sueño humorado

Soñé en un mar tal que el agua parecía una sangre densa y cálida, en sus aires y vientos escuchaba el ritmo hipnótico de los órganos eléctricos que dejé en casa, cantando, tocando, bajo la luz de la bombilla incandescente.

Aquí que no hay sol, me siento tan distante. Si la electricidad escapara de mis dedos quizás pudiera encender la vida de esta caverna, quizás podría encender con ella la vida, los viajes, el cuento.

No puedo cantar sobre la ciudad del humo, no puedo decirte lo que se ahoga bajo sus cejas argentinas.

Y que las cubra, que pestañee mientras camino y me ahogo, me caigo, me recoges, me dices: cuéntame, cuéntame de aquello.

Nos sentaremos. Hablaré. Hablaras. Miraremos y los años pasaran, entonces podremos regresar al mar de nuevo.

Buscaré un martillo, construiré una casita lejos del tendido y lejos de las fibras. Pasaran preguntando quién vive allí hasta que el tiempo pase de largo y los arboles nos tapen del mundo, del humo y del sol. Ni el sol sabrá donde estamos.