domingo, 29 de julio de 2012

Literatos

El silencio daba vueltas las páginas entre cada una de las cejas que miraban atónitas el susurro de las páginas al doblarse, obligando a los ojos a parpadear media centésima antes que el polvo se desprendiera de los antiguos tomos. El vacío que se arremolinaba ante las sorprendidas bocas, a medio verbo de entre abrirse y entre cerrase, provenían del gesto que abanicaba el ambiente de aquella tarde en el club literario.

 Aquel libro, de hojas pálidas y recién desenvuelto, con el precio a medio arrancar y las letras a medio leer, se encontraba de forma imprevista en medio de las miradas que deseaban no verlo, pero allí estaba. Aquel monolito del comentario de su dueño, era el fósil de lo que sus inquisidores hervían como un insulto literario.

La saliva escurrió por la garganta serruchando las bóvedas que se construían bajo las lapidarias miradas, apretó su libro estrujando la realidad para sí y con su jugo enjuago los labios para expulsar su mención honrosa: "Igual Dracula no tiene que ser tan bueno, ¿o si?".

El pasillo retumbo con los infartos ahogados por sendos suspiros dispersados en el vaivén de las cabezas.

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