Aquella noche me deje caer en aquella esquina, donde los pensamientos me tiraban. Mis emociones se vertieron en mi jarra, mis dudas me abrigaban y mis penas me secaban el pelo, pero fueron aquellos ojos los que cegaron al mundo.
Cuando desperté el sentimiento se había ido, la boleta reclamaba su precio y la realidad mi atención. Huí sin poder corresponder a mi alrededor y cuando cruce el umbral había perdido una vez más, mientras sentía su calor a mi lado.
¿Por qué no me quedé bajo la lluvia? ¿Por qué no tome esa mano que me hablaba?
Mi afán por evitar a mi ego me llevará a irremediablemente a lo mismo, deberé seguir entonces durmiendo en mis molinos: sin granos ni viento. Mis pobres gigantes famélicos.
A aquella lectora eterna…
El sentido de la vida
-
Siendo pequeño tuve la ocurrencia de lamer la punta de mis dedos índice y
mayor antes de pasarlos por sobre un tomacorriente para ver qué se sentía.
Espera...
Hace 5 días