El sorbeteo de los mocos, pues es algo casual, ¿No? Mal que mal, el cuerpo acusa abandono, porque la vida se fue a otras partes y en la oscura noche, lo único que arde es la cara, las mejillas y los ojos.
Así que te levantas, exprimes naranjas, sacándole el alma, pulpa y vida, te haces vaso y algo, lo metes al microondas y las dudas comienzan a dar vueltas. Claro que, así como el vaso se calienta, nada más lo hace, todo, aparte de la luz interior, sigue como si nada, hasta que suena, sacas el vaso caliente y le metes miel para enterrar el resfriado en un sobrepeso de frasadas, por lo menos hasta que amanezca. Porque últimamente los días andan en eso y sin embargo, el olor de la naranja reconforta, no como el del sucedáneo a limón de los sobrecitos antigripales, sino a fruta fresca, a fruta de verdad, a personas de verdad.