jueves, 30 de enero de 2014

Más fuerte que la ficción

En esa escena de aquella película, en aquel momento en donde ese personaje lanza su monólogo es cuando la ficción le gana a la realidad. Lo emociona con lagrimas que quieren caer, se le pinchan los ojos y agradece estar solo, una palabra lo lanzaría a un lago profundo o a un desierto inhóspito.

La catarsis palpitante, el borde se afila y el corazón late y late tras cada segundo de película. No es real, no es nada real, lo ha visto siento de veces y siente que desde ahora en más, siempre llorara en ese momento. Quizás siempre estuvo y nunca lo dejó salir, quizás siempre salió y él nunca estuvo. Ahora, ahora es cuando están los dos sentados mirándose cara a cara y sabiéndose ambos dueños del otro.

Por que no puede ser de otra forma. La ficción congelada en el vídeo, en la película, en el libro, en la música, no cambia ¿o si? Claro que si. Es un mar profundo en el que podemos sumergirnos, allí hay cien leguas a recorrer de las que la primera vista nos deja ver algo más de una y luego la siguiente y la siguiente, hasta nunca acabar. O somos nosotros mismos que nos vemos a través del libro, una tras otra y tras otra vez. Cada vez nos involucramos más en lo que leemos, por que nos involucramos más en lo que sentimos, en el diálogo entre la obra y nosotros mismos, al ser nosotros más sinceros, la obra es más sincera en sus secretos, en los secretos de los personajes, en el mundo, en la armonía, en los secretos de los secretos.

Por suerte ahora estaba solo... quizás la próxima vez no tenga esa suerte... quizás la próxima vez podrá estar abrazado, llorar como una magdalena y en el calor de las sábanas dormir en el sopor del amor hecho. La próxima vez podría tener esa clase de suerte, que perdonen mi humilde opinión, es la que él más anhela. 

Despedidas

¿Cómo se corta el silencio que antecede al pensamiento? Ese rechinar de polvo y suspiros a media máquina. Calentando motores con la vista fija y las pupilas tiritando bajo la sombra de las orbitas, mirada contra mirada con tensión eléctrica desde el monitor hasta las neuronas.

Hacen 27°C pero el ventilador dice otra cosa, pareciera más por el zumbido, vuelta tras vuelta dentro del ordenador. En nuestro micro universo, hierve el aire y las palabras se queman, la electricidad marca a fuego contra el blanco de la pantalla, imprime con ceniza colores, colores de hormigas muertas contra la pantalla.

Disgusto de escribir, de escribir esto. Disgusto de saber lo que tengo que escribir y no poder llegar a ello. Frustración que la mano no sea tan rápida como la mente, o más lenta que el corazón. Si me rindo vendrá otro día a decirme lo mismo, a encender el computador en la página en blanco, golpeando con su dedo largo sobre el vidrio de la pantalla: ¿cuándo? ¿cuándo? ¿cuándo? Y cuándo me esperará en los pasillos, puertas y acechando desde los enchufes de la casa.


Quiero escribir una carta de despedida y no puedo. No quiero despedirme por que entonces me habré ido, sin regreso y sin retorno. Le daré la razón a los hechos y desarmado me dejaré arrastrar por la corriente de lo que sucede afuera y no en mente clavada en una idea fija.

jueves, 9 de enero de 2014

Crónicas XVII

No quiero hablar con nadie, no quiero saber de nadie. Tengo esa sensación de encontrarme con todos los desastre que he ido sembrando durante todo este tiempo y que no quiero hacerme cargo. Es que no puedo. No ahora y ese es siempre el problema, nunca es ahora, nunca puedo ver el ahora para tratar las cosas es una forma de evasión: "no puedo ahora; ahora no puedo hacer esto; ¿por qué ahora?"

Y así y así. Me gustaría saber que las cosas no son tan terribles, osea, no son terribles, nadie se muere y esas cosas, pero sigue siendo terrible. No tengo buen oído y no puedo escucharme para entonar (en el canto) y en la vida, no puedo ver el cuadro sin saber que lo que estoy haciendo va bien en realidad, pierdo perspectiva y esas cosas.

A cada ato siento como si los problemas aparecieran de la nada, comienzo a entender los problemas a medida que ya están explotando y todo va de la misma manera, no puedo salir de mi mismo. Creo que si alguien quiere saber de mí lo preguntara, pero es solo una farsa, todas las preguntas tienen respuestas vagas por que ni siquiera me respondo vagamente y le tengo miedo a todo. A lo que pensarán, a lo que dirán, a lo que me encontraré en su mirada cuando me vuelvan a observar, a probar el limite de su amor condicional o no condicional, por que yo soy muy voluble y tengo terror que la otra gente lo sea también (por que así funciona al final, ¿no? reflejos de nosotros mismos, de nuestros defectos).

Continuará...