martes, 7 de septiembre de 2010

Madre-de-todos

Madre-de-todos domina, sentada en su tronco echando las raíces que él no puede, ampliando su mente para que el sol la nutra del conocimiento ancestral, como las estrellas que bañan sus ojos amarillos y sus manos azules.

Enciende el fuego de vez en vez y espera a que los niños corran a la hoguera, quizás escapando de mano-de-hierro o quien-cabalga, pero siempre vuelven. Recuerda con cierta gracia como lo habían hecho otros antes y otros antes que ellos... es tan gracioso.

El fuego -comienza diciendo- es quien nos alimenta y nos da calor, es quien nos cede su vida en el agua tibia que nos lava la mente o que nos divierte cuando los pájaros son llamados por la soñadora. El fuego- mostrando una larga cicatriz que caminaba por un brazo hasta tocar un pecho oculto al deseo- es nuestro mejor amigo, siempre nos intenta abrazar y su amor nos quema, como hace el tiempo con las hojas o las raíces con la tierra.

Se levanto para que el polvo se sacudiera un poco de su pelo, para que los huesos tomarán aire, para embobarse con la luz del fuego ¡que cálido se veía! de a poco se acerco a las llamas. Un niño tomo su manto chamuscado de madre-de-todos y la detuvo del todo, en la visión borrosa de ella resonaba aquella sombra que siempre vuelve

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