Como esos salones vacíos, llenos de nada, embaucando el silencio con los recuerdos, repletos de manchas de lagrimas y rayados por el movimiento de los años. Trozos dejados y putrefactos, listos a manchar el espacio.
La energía que emanas, la fuerza que te mueve, el espíritu que te llena, las costillas que te sujetan, las piernas que te patean, los pedazos que sueltas, los ojos sordos, tus orejas muertas, tus pestañas plateadas y esos pequeños guantes rojos.
Tu existencia sin sentido, te la he dado yo. Solo yo. Nadie más. ¡Adúlame como un dios o prepárate a anclarte en la ribera de la monotonía!.
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