domingo, 19 de abril de 2009

La saga de Ericadus I

“En tierras blandas, el cielo dio justicia y a semilla de olimpo, descargo brillante pasión algún ser divino y siendo con ella mezquino, atormento a madre abandonada cociendo en frente nombre a criatura solitaria, Ericadus.

Consiguiese vivir años tras año, en finca vieja y terreno sombrío muerto a manos del invierno y seco a la semilla de la primavera. ¡Lloraba la muchacha, lloraba! ¡Princesa a muerte llora, pues no hay para ti vida que valga!. 
…"

La lluvia cayo rompiendo el cielo y el viejo Asatrix dejaba caer su cuchillo ociosamente rompiendo la pequeña rama, hipnotizado con las chispas que abrazaban el caldero. En el otro cuarto se cocía  la vida, entre los borbotones de líquidos vitales y los humores esparcidos de los testigos.

Asatrix vivía en su pensamientos, imaginando a su nieto como un poderoso jefe, una leyenda que partiese los montes con la mirada y conquistará la tierra que pisará. La gente gritaría que es el vástago de Asatrix y todos quedarían perplejos de como aquel titán había descendido de carne mortal.

Cuando el llanto de la criatura avivo las llamas de expectación, estuvo a punto de ir a coger a la criatura, pero fue la madre que anuncio su decepción al saber que era hembra. Entonces supo Asatrix que su legado había muerto.

A la noche se hizo un festín modesto, la guerra no había dejado mucho para degustar, pero el viejo no se movió ni un centímetro. Cuando se le pregunto al padre por el nombre, no supo que responder… y de aquel punto luminoso, como saliendo desde las llamas, se oyo gritar "¡Una y mil veces Ericadus, mil y un millón!" y la muerte guardo silencio.

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