Dejando el café de lado, puedo hacerle espacio a mi tetera azul, tibia, nunca caliente del todo. Menos azúcar, menos presión, menos adicción. Puedo hacerle espacio al olor del grano, al sabor a tierra ardiente, caliente desquebrajadora. Al momento de paz de los comerciales, al escenario de las mañanas.
¿Qué haré con tanta leche guardada? ¿con qué cortaré la leche ahora que no hay café dándole propósito? Que insípidas se ven las nubes borrascosas al lado de mi tetera llena.
Que desgano, que aburrimiento. ¿Ya es hora del té de media mañana? ¿del de media tarde? ¿del de antes de acostarse? ¿el social bien conversado? ¿o la maquina de té con todos esos sabores raros e italianos?
¿Y que hace mi tazón solo sin la tetera a su lado?
Tal vez por eso mismo
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―Ya no se te oye cantar por las mañanas ―dijo.
―Tal vez porque nunca canté por las mañanas ―respondió.
―Eso no es verdad. Antes lo hacías, y muy segu...
Hace 1 día
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