martes, 20 de julio de 2010

Reflexiones Gastronómicas

La comida es parte del alma. Nuestro sistema digestivo es la medula de nuestro cuerpo y de él se organiza todo lo demás, desde el principio posee la energía para mover y presionar sobre los otros órganos que le deben pleitesía a tan magnánimo tubo. Sí las personas se moldean con las experiencias que nos rodean ¿qué impide que la comida no nos afecte de la misma manera?, ¿qué podemos leer en la mano del cocinero? un mensaje.

Al cocinar transmitimos la esencia de un mensaje para generar un momento único. Si le cocinamos a alguien debemos tener en cuenta el plato de fondo que es la intención comunicativa ¿Carnes rojas para un te quiero, Pescado para un insinuación o un ave formal y grave? el acompañamiento a su vez serán nuestras armas para magnificar la idea o contrapesarla: un arroz puede intentar, unas papas querer, unas pastas aplastar... en fin.
La cocción y la preparación serán nuestros movimientos y miradas que se esconden más allá de lo evidente. Unos ñoquis hechos a mano pueden resultar en "me recuerdas a los días más felices y a las cosas más bellas" una crema de espinaca quizás nos deleite con un "siento en ti la magia de la tierra y el encanto de lo cierto".

El postre es la etapa más terrible, ¿cómo cerrar? ¿cómo continuar?. Algo dulce, pero no empalagoso, algo suave pero no tacaño. El postre debe ser una frase que nos inmortalice por todo lo antes emitido, si dijimos "eres la fuerza con que amanecen los días" terminar con algo como "y la luz que ilumina los sonámbulos ríos".

¿Qué pasa con los que ante todo prefieren comprar comida preparada, con los que la recalientan comidas refrigeradas, los que hacen un sandwich rápido o invitan a una comida chatarra? Son sordos en un mundo de gente callada.

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