lunes, 22 de diciembre de 2008

Lápiz numero 2

Se despertó sabiendo que habia logrado su cometido, que la receta hecha con astucia habia sido probada y que aquella chica se habia envenenado con la intoxicante mezcla de picardia y falsas promesas. Se sentia feliz.

El cafe lo aprobaba, la tostada aplaudia. El foro de la cocina alababa la tesis de que una vez más la ingenuidad habia caido ante el aplastante ingenio de quien lucha por demoler más que por vencer, de aquellos que no disfrutan del juego sino que juegan en acto morboso.

Cuando su ego se vio saciado y satisfecho, sus manos apestaban. Un olor a madera seca de algún pino insigne, de un lapiz numero 2 olvidado en un cajón o de un sacapuntas usado numerosas veces que destapa al viento esporas de ideas.
La nueva fragancia se mezclaba con un fuerte olor a colonia ajena, fuerte y doloroso como una pequeña resaca. Era perfume de mujer.

Intento opacarlo con diferentes hierbas fuertes, utilizo todo tipo de jabones; pero el mar se habia extendido más alla de sus manos y habia abarcado la totalidad de su humanidad. Las ropas conquistadas volaron mientras una mente desesperada buscaba la espada cristalina que diera justicia ante este demonio.

Y fuese asi como en un rincon, en la misera esquina de una ducha, el campeador lloraba impotente ante el seco hedor de la culpa, ante el innecovoco hecho de que la amaba y su ingenio habia de nuevo vencido a otro inegenuo.

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