A medio camino de encerrarme de nuevo en mi doceavo de hora, unas manos voyeristas dejaron mis cables enredados entre los vagones estáticos del viento para aprovechar de descarrilarnos en una piscina de recuerdos, de esas que poco da si son tuyos o son míos. Nos pasamos un viaje conversando sin mirarnos hasta que siguieron a otros vagones con la boca seca y los bolsillos húmedos.
Seguí mi viaje personal hasta que la batería murió de soledad y aún con el sol descargado, las estrellas pidiendo por el transformador y una luna a medio suspenderse, mi mente se ponía en marcha con una guitarra en los labios y un paisaje pasando hacia el futuro.
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