sábado, 20 de abril de 2013

Una menos quince

Las una menos cuarto bajo los rieles de los lapices, bajo la mirada del cielo y por encima de las luces del foco. Cruzando el papel a una gráfica velocidad, dejo atrás los espacios muertos y pestañeo sombras que pasan al vuelo por encima de mi reloj.

Son las una menos cuarto y fuera llueve prisa. Llueve prisa sobre la tierra, forma pasteles cocidos y repica el sonido de tenedores sobre el techo. No puedo evitar pensar que son las una menos cuarto. No puedo detener el vértigo que la hora llegue a su minuto, comiéndose así, el segundo un día.

Me duele la cabeza, me duele el estómago, me duelen los ojos y me duele la muñeca. A la gente que se da cuenta de mi dolor también les duele, también recuerda. Entonces el cuarto se vuelve lento, pasa desagradablemente ensuciando nuestros sentidos. Se nos ha pasado el cuarto de hora, vuelvo a casa quince minutos más viejo, quince minutos que me ha costado una semana de vida obtener.


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