jueves, 14 de abril de 2011

Mala temporada

"¿Por qué siempre me meto con locos y pelotudos?"

En mi mente, me cogió desprevenido. Aquella frase, mitad mirada mitad palabra marchita, me había tomado volando bajo mientras me analizaba a mi mismo en la hoja del paciente. Y es que la miro y no entiendo. La conocí a eso de un año y era radiante. Fue fortuito, mientras esperaba en una caja de un supermercado, pero me dio la impresión que la conocía de toda la vida, que habíamos pasado una eternidad juntos entre tallas, salidas, vacaciones y tragos, un encuentro de esos de "tantos años, ¿qué ha sido de tu vida?" pero ahora no la reconocía, me costaba recordar su nombre y el color de sus ojos se había desteñido durante ésta mala temporada.

Lloraba y hablaba, hablaba y lloraba, pero a veces callaba pues parecía que no le quedaba agua para humedecer sus labios. Me sentía vacío y poco útil, las palabras que dije y debía decir, escritas y aprendidas durante noches interminables en la niebla de café y cigarro nunca me habían sonado tan huecas, tan inútiles, un placebo al que no quería ser participe. Mire en mi reloj la cara de enojo de mi secretaria y la invité a que viniera la próxima semana, escribí algún remedio del que ya ni me acuerdo y la invité a salir. En mi soledad pensé que debería tener algún purgante para que eliminara toda la mierda que había juntado, que la había empañado así misma. Además de un raticida por si el hijo puta se acercaba a mi consulta.

Sentándome tuve una epifanía, el remedio perfecto. Salte de mi asiento como en un trampolín casi derribando a la señora Gloria que estaba en el portal de mi consulta, la alcance en el paradero cuando tomaba la línea 7 cabizbaja y con la espalda curvada bajo el peso de la pena, "¿Quieres tomarte un té conmigo? Una inyección de amistad nunca le hecho mal a nadie, ¿no?".

Para Costy, una buena amiga en un mal momento.

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