lunes, 4 de abril de 2011

Invierno fugaz

Oculto del frío en el relámpago amarillo y negro que recorre las frías venas de una ciudad que descansa en el etéreo bosque extinto a los estómagos de los miles de hogares adosados a los vasos pétreos, fui testigo de una gran confesión: “Madre, mi amigo invento el invierno”.

¿Cómo algo tan bello y tan poderoso ha sido lanzado como nada? ¿Es acaso necesaria mi presencia en un mundo donde aquellas afirmaciones brotan tan ricas y chocan irremediablemente contra raíces secas? ¡Cruel destino si es así!.
Y heme allí ante un mundo que han creado por causalidad, lanzado a nosotros por diversión y ocio ¡Alguien ha puesto a dormir el paisaje sin razón aparente! Y aun cuando el frío cuela los huesos, puedo sentir la calidez del flujo de un submundo que vive un verano más allá del equinoccio.

Quizás usted lector no comparte mi alegría por esta revelación, pero lo invito a meditar, el invierno es una pausa entre los seres latentes y en latencia compuesta en ausencia de cualquier otro sustituto, si alguien asegura haber creado la escarcha que reúne a dos cuerpos agolpados entre ventanas pintadas en el sudor, pues tiene mi buenaventura.

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