¿Cómo no querer meterse en esa vida si se te abre por delante? Si brilla, suena y te llama ahí, delante tuyo. Y esa espalda ¡oh esa espalda! un guiño a nuestro morbo más auténtico, al asomarse a un rincón de la vida ajena.
Quizás no es para todos. Quizás soy yo el que a veces le gusta imaginarse la vida de otros, revisar sus cosas, ser ese cargador en la pared, para que le compartan sus secretos en el frío de una luz led.
En verdad es una mala educación, pero una muy sabrosa, amago de lo desabrida que es la mía propia.
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