Y heme allí como una coma en aquel cuento que era mi barrio, en aquella naturaleza suspensiva encarcelada por las calles, varado en ese punto melancólico regado de vez en vez y recortado según conviene.
Hoy transito como un gigante en aquella plaza, cancha, castillo, patio común y nunca una banca pasiva. La dicha siempre llenando las venas con una cínica vejez por el polvo y el polen inocuo de las risas acalladas por las malditas horas gachas.
Y hoy que la he convertido en calle, me detengo a observar su nueva melena y una vergüenza ajena germina. Soy hoy un dinosaurio de plazas con canchas de barro ante la pintura de un pasto que no fue fertilizado por una pelota que ya nadie vende.
Tal vez por eso mismo
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―Ya no se te oye cantar por las mañanas ―dijo.
―Tal vez porque nunca canté por las mañanas ―respondió.
―Eso no es verdad. Antes lo hacías, y muy segu...
Hace 5 días
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