viernes, 24 de junio de 2011

Crónicas V

Supongo que nos pasa a muchos. Cuando comienzas a sumergirte en una carrera y te empapas del conocimiento del salón tienes una gran esperanza: que nadie más entienda nada. Muy dentro de nosotros queremos saber por saber y explicar como los eruditos saben hacerlo, dejar a todos atónitos con nuestra labia y sobresalir en ello.

El caso se vuelve crónico, reemplazamos nuestro lexico por adjetivos más tecnicos y juicios de valor más agudos sacandole filo a nuestro argumento, cada vez más poderoso. Damos de comer a una gargantúa académica, cada vez más imponente y a la vez penosa.
Cuando ya vivimos en la altura del tema nos damos cuenta que no hay nadie con quien conversar o que nos hemos enfocado tanto en nuestro objeto de estudio que ya no cabe en ningún circulo de conversación asiduo. Aquel monstruoso ser que hemos criado con pala, hoy lo cargamos con pesar a sabiendas de que nunca nos podrá abandonar y la culpa del tiempo invertido o perdido será a un mayor.

Los antiguos lo llamaban ego.

1 comentario:

José A. García dijo...

Los modernos le llaman pedantería...

Saludos

J.