viernes, 1 de mayo de 2009

La saga de Ericadus III

"Al verano dio arribo al finiquito de progenitora y enferma Ericadus, busco destino alejándose del pecado. Consiguiese caminar sus buenos días hasta llegar a poblado en decadencia y para abandonar suerte, dejo a la entrada en árbol tatuado su pasado.
Se dio por casada a dos años de arribo, con joven tabernero que en prospera etapa se veia y dichosa relación fuese por el doble de espera…"

Las manos partidas por la furia y la impotencia de los huesos resquebrajados y los músculos desgarrados de lo que antes había sido humano. Esos eran los únicos sonidos que Ericadus pudo escuchar durante los meses que el invierno la tuvo atrapada, las cadenas que arrastro una vez que la libertad se asomo y se puso a seguir los caminos que la primavera había descubierto.

Los pasos sonaban a nada, mientras las piedras se tragaban sus lagrimas secas. La niña se convirtió en un animal para sobrevivir: comió y cazo con la furia que guardaba y llenó su pena con la sangre de sus alimentos. Pero aún así se sentía podrida, solo al verse reflejada en un lobo que paseaba por el bosque, supo que había errado.

Intentando empezar de nuevo llego a un pueblo que había sobrevivido a duras penas la tempestad y dejando su armadura a un lado, tallo su nombre en un árbol del camino, esperando que su pasado se quedará alli.
Conoció a un tabernero de quien se enamoro perdidamente a dos años de haberse conocido, luego como si nada se unieron para nunca separarse, en una mentira que seguía colgando de un árbol seco.

 

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